4 de mayo de 2013

ARTHUR CONAN DOYLE: TODO SHERLOCK HOLMES


Este blog, cuyo nombre es un guiño a Sherlock Holmes, no había dedicado hasta ahora ninguna reseña a Arthur Conan Doyle. La ocasión para obviar semejante laguna surge a propósito de Todo Sherlock Holmes, que reúne la colección íntegra de los relatos, publicados entre 1887 y 1927, protagonizados por el padre de todos los detectives junto a su fiel amigo y narrador, el Doctor John Watson. La editorial Cátedra resuelve con este título uno de los problemas que padecíamos los aficionados: la caótica dispersión de ediciones disponibles y la ínfima calidad de muchas de las traducciones.  
¿Qué podemos decir a estas alturas sobre Sherlock Holmes que no se haya repetido ya infinitas veces? Personalmente me gustaría destacar que el personaje se ha alzado muy por encima de los enigmas planteados en sus aventuras hasta formar parte desde hace décadas de la mitología literaria colectiva. ¿Quién no se imagina a Holmes encerrado en sus habitaciones del 221B de Baker Street fumando alguna de sus apestosas pipas junto a la chimenea, o ensimismado en alguno de sus no menos malolientes experimentos químicos, o tal vez tocando su Stradivarius?
Posiblemente ni el propio Arthur Conan Doyle llegó a ser consciente del alcance universal de su creación como lo demuestra el hecho de que en El problema final (1894) quisiera deshacerse de su popular detective arrojándolo a las cataratas de Reichenbach para dedicarse a tiempo completo a la “literatura seria”. Felizmente, el clamor popular y el enfado de su madre, que dejó de hablarle, hicieron que el autor recuperase a regañadientes a su famosísimo personaje.
Esta magnífica edición anotada de Jesús Urceloy nos permite seguir una ordenada biografía del detective desde que resuelve su primer caso (La corbeta Gloria Scott) cuando tiene 20 años hasta que abandona la profesión a los 49 para dedicarse a la apicultura en las colinas de Sussex (El último saludo).
Brillante, sorprendente, huraño, engreído, misógino (solo la astucia de Irene Adler llega a despertar en él la admiración), Holmes, más allá de su prodigiosa capacidad de observación y deducción (en las que él basa la esencia de su oficio), es, ante todo, un hombre de los tiempos que le tocaron vivir. En La liga de los pelirrojos afirma: “Mi vida se consume en un prolongado esfuerzo por escapar de las vulgaridades de la existencia.” El spleen, que diría Baudelaire. Así, cuando “sus pequeños misterios” no le ayudan a combatir la monotonía vital recurre como el poeta francés a esos paraísos artificiales (cocaína disuelta al siete por ciento, en su caso) que tanto desaprueba Watson.
Una auténtica joya para adictos al género criminal.
Arthur Conan Doyle: Todo Sherlock Holmes. Edición de Jesús Urceloy. Editorial Cátedra, 2012.


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